martes, 19 de abril de 2016

LA ESTROFA DEL VENCIDO

XII.

La estrofa del Vencido.

(Por Ángel Fernández de los Ríos)

¡No! La felicidad no estriba en una vida exenta de pruebas.
«Erase un día. La mano de Dios se había retirado; los soldados
de Abderahmán huían espantados ante el enemigo o sucumbían
aquí y allí a sus fatigas y a sus heridas. El mismo héroe, ensan-
grentado y desarmado, había sido hecho prisionero en el
combate.
¿Qué hacía Abderahmán, el gran Califa, mientras que dos
soldados castellanos, vencedores suyos, dejando descansar sus
cabalgaduras, departían sin recelo en su lengua materna, pues
solo veían un simple caballero en el que habían apresado?
Echado sobre la yerba, prestaba el oído, y su grande alma se
embriagaba en la derrota, en un manantial de goces que no hu-
biera hallado en la victoria.
—Abderahmán ha sido vencido por su culpa, decía uno de
los castellanos.
—Le han ofrecido venderle los secretos de su enemigo, y su
única respuesta ha sido hacer ahorcar al traidor.
—Sí; respondió el otro, detesta la traición así como admira
el valor, hasta en los que le combaten. –Es cierto, replicó el
primero, más de una vez se le ha visto socorrer a los soldados
cristianos tendidos sobre el campo de batalla,- y cierto día,
añadió el segundo, herido en el combate por mi padre, le perdonó
la vida, y le puso en libertad sin rescate.
Al llegar aquí, los soldados dirigieron sus miradas hacia Abde-
rahmán y vieron que corría la sangre de sus heridas. —«En
nombre de Abderahmán, dijo uno de ellos; yo restañaré tu san-
gre; y desgarró un pedazo de su túnica para curar la ancha heri-
da.— En nombre de Abderahmán, replicó el otro; eres libre
como mi padre quedó libre sin rescate.» Puso la brida de su
caballo en manos del prisionero y le indicó el camino que con-
ducia al campamento de los moros.
Abderahmán venció al dia siguiente, solo fue una jornada glo-
riosa: pero la víspera habia sido un dia feliz; habia podido me-
dir el grado de aprecio en que le tenían sus enemigos.»
Mansú hizo la duodécima pausa; Alhakem le dió las gracias
con la mirada y escribió: «Los valientes vencidos serán en lo su-
cesivo puestos en libertad sin rescate.»

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