viernes, 10 de junio de 2016

CAPERUCITA ROJA - ROALD DAHL

CAPERUCITA ROJA
según
ROALD DAHL

Traducción de Sandra Dermark



En cuanto a don Lobo Feroz
le entró un día una gazuza atroz,
llamó a la puerta de la Yaya.
Al abrir, vio la buena anciana
colmillos como bayonetas,
y don Feroz dijo: "¿Me dejas
entrar?" Ella sentía pavor.
"¡Me va a devorar, oh, Señor!"

Por supuesto, tenía razón:
entera él se la zampó.
Pero la Yaya era algo dura,
y gritó el Lobo con locura:
"¡Vaya que un humano tan viejo
no es más que hueso y pellejo!
¡Pues no me siento nada lleno!"
Corriendo fue por la cocina,
gritando fuerte y con inquina:
"¡Necesito un segundo plato!"
Y añadió, por pasar el rato,
en un tono más bien siniestro:
"Ahora ocuparé su puesto
y esperaré a la nietecita,
a que venga Caperucita
de su paseo por la foresta".
Se puso la cofia en la testa,
los quevedos y el camisón,
las zapatillas, con tesón,
y hasta rulos y mucha laca,
antes de tumbarse en la cama.
Entró la niña de escarlata,
se detuvo y le miró fijo,
y, acto seguido, le dijo:

"Abuela, ¡qué orejotas tienes!"
"Para oírte mejor", respondió.
"Abuela, ¡qué ojazos tienes!"
"Para verte mejor", respondió.

Y sonreía el caradura:
"Me zamparé a esta criatura,
que, con la Yaya al comparar,
deberá saber a caviar".

Y dijo Caperucita: "Abuela,
¡qué cacho hermoso abrigo de piel tienes!"

Y don Feroz: "¡Pardiez! ¿Te has olvidado
de que de mi BOCA habrías hablado?
Ahora, no importa lo que digas:
de tí no dejaré ni migas."
Ella sonríe. La fiera traga.
Se saca un Uzi de las bragas
la niña, apunta al entrecejo,
y, ¡PUM!, el travestí cae muerto.
Algo más tarde, en la foresta,
vi a la niña de la cesta...
pero, ¿qué fue de aquella capa
inconfundible y escarlata?
Al saludarme, ella elogió
su abrigo de LOBO FEROZ.



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