miércoles, 10 de agosto de 2016

LOS USURPADORES

This is a rather eccentric, tongue-in-cheek take on the Scottish play I had to do at University this springtime for the fourth centennial of the Bard of Avon. Sit back and enjoy!

LOS USURPADORES
Sandra Dermark, abril de 2016

  1. LA PROFECÍA

Un brezal en un clima frío a mediados de abril, después del anochecer. Rayos y truenos, niebla, ambiente tétrico y siniestro. Una verdadera noche de brujas, en efecto.
Y, tal y como esperábamos, se perfilan entre los nimbos tres siluetas femeninas sobre viejas escobas de juncos. Por la izquierda entra una niña; por la derecha, una anciana decrépita; desde atrás, una bella treintañera. Las tres no parecen humanas, ya que sus cuerpos son extrañamente hermosos, fríos y translúcidos.
—¿Cuándo nos encontraremos;
con lluvia, rayos o truenos?
—Cuando la hueste sea vencida;
cuando la batalla esté ganada y perdida.
—¿Dónde?
—En este brezal,
al encuentro del general.
Las hechiceras, como suelen hacerlo en los cuentos de hadas, hablan en verso.
—¡Adiós, Grimalkin!
—¡Adiós, Paddock! ¡Adiós, Hécate!
Cabe destacar que “Grimalkin”, “Paddock” y “Hécate” no son los verdaderos nombres de las Extrañas Hermanas. Los nombres tienen poder, por ende no dejan que los mortales los sepan.
—Lo malo está bien y lo bueno está mal;
sobre nieblas y aires echamos a volar.
Izquierda, derecha, izquierda, derecha, izquierda, derecha, izquierda. Los héroes vencedores regresan en triunfo a sus hogares.
Nunca han visto un día tan hermoso y tan tétrico a la vez. El edecán del general, su brazo derecho, se lo hace saber. El líder de la hueste vencedora asiente. De pronto, los dos ven aparecer, entre la bruma, tres siluetas de forma femenina. No son humanas.
Las tres Extrañas Hermanas se acercan al general. Él, veterano de tantas guerras, sigue impávido.
—¡Salve, señor de Glamis! —la anciana se cuadra ante él.
—¡Salve, barón de Codo! —la mujer le hace una reverencia.
—¡Larga vida a Su Majestad! —la niña, hincada de rodillas, le besa la diestra.
—¡Menos grande que vuestro señor, y aún así más grande! ¡Vuestros descendientes fundarán una ilustre casa real! —se dirigen al edecán del general.
En la corte real, el héroe vencedor, caudillo de caudillos, se postra ante el trono de su rey. Fuera, en el patio de armas, el verdugo afila su espadón en la piedra de afilar. Pronto sacarán al barón traidor del calabozo, y el patio se llenará de curiosos espectadores.
Ya que el traidor no tenía descendencia, su feudo, la baronía de Codo, pasará al vencedor de la contienda.
Él no se lo puede creer.

II. EL GOLPE DE ESTADO

Madame sube a la torre, mire usted mire usted qué torre,
Madame sube a la torre, a ver si viene ya.
Do re mi, do re fa, a ver si viene ya.
Por allí viene un paje, mire usted mire usted qué traje,
por allí viene un paje, ¿qué nuevas le traerá?
Do re mi, do re fa, ¿qué nuevas le traerá?
Es bueno que, por una vez, las noticias del frente no le lleguen con palomas mensajeras. No te “ensajero” nada. La bella dama abre el lacre de la carta, con el sello real, y su corazón se llena de euforia.
Ahora también es baronesa de Codo.
Pero eso no es todo (valga la rima).
Su esposo le habla de las tres hermanas que no eran humanas, de la predicción cumplida, de cómo le trataron de Su Majestad.
Y ella ya se ve entronizada y coronada.
Cuando falleció la reina, la madre del príncipe heredero, el rey viudo le dio calabazas a la bella rubia y siguió consagrado a los asuntos de Estado. Eso sí, casó a la más hermosa e inteligente de las damas de la corte con su primera espada.
El suyo ha sido un matrimonio infeliz, sin descendencia, juntos hasta que la muerte les separe, hastiada en su alcoba y esperando su retorno del campo de batalla una y otra vez.
Su marido también le dice que vendrá él en persona, con la familia real, de visita de Estado.
Los vencejos han vuelto del sur para construir sus niditos entre las almenas. Buena señal, dice el anciano monarca. Las aves de paso traen suerte.
También elogia el mobiliario que han elegido el general y su mujer para decorar su residencia.
En su alcoba, tête-à-tête, los esposos traman, planean, intrigan, susurran, dibujan planos, pasan revista a las armas blancas, mezclan un buen vino con aguardiente, se ríen, se ponen tensos, aligeran la tensión.
Una enorme naranja sanguina va a hundirse en el dorado lago, allende la línea del horizonte. Lentamente, el cielo sangra y se oscurece, aparecen Mercurio y Venus, y luego todas las comparsas del firmamento.
Ante los aposentos reales, el oficial y los soldados de guardia, tras apurar sus jarras, se dejan caer sobre el pavimento, profundamente inconscientes.
De lo inconscientes que están, no ven entrar a dos figuras esbeltas y siniestras entrar en la habitación.
Una espectral daga de luz, idéntica al arma blanca que la dama, pálida y temblando, le entrega a su esposo, flota por encima de sus cabezas.
—¿Es… es una da-daga lo que veo?
A diferencia de su esposa, el general se arma de valor y le vuelve la espalda a la visión. Aparta las cortinas del dosel. Su Majestad descansa en paz, los ojos cerrados, el pecho alzándose y volviendo a descender.
Es ahora o nunca.
¡Zas!

 
III. UN FANTASMA RECORRE ESCOCIA

El rey ha muerto. ¡Larga vida al rey!
¡Y a la reina!
Tener fuerte presencia femenina en la corte es algo que faltaba, dice la rubia consorte (valga la rima de nuevo).
¿Y el príncipe heredero? Está huyendo al extranjero (no puedo dejar de rimar).
Se susurra por pasillos, explanadas y vericuetos que es él quien está detrás de la muerte de su augusto padre, en gloria esté. La vieja historia de Absalón: seguro que, en otras tierras, el mozalbete logra formar un ejército ávido de conquista.
De ahí la orden de busca y captura que han lanzado los nuevos reyes. Vivo o muerto. Ya han pasado por las armas a los militares que, ensangrentados y en un estupor etílico, han sido acusados de ser el brazo armado del complot regicida.
Pronto se celebrará la coronación.
Sin embargo, los usurpadores pasan noches en vela.
Asesinar a un inocente, durmiente, sonriente…
La carcoma de la conciencia hace mella en la madera de esos dos corazones infelices.
Ya se han hecho con el trono, ¿y ahora qué?
Usurparlo ha sido coser y cantar. Lo que cuesta es mantenerse encima.
El nuevo rey se acuerda de las brujas. Lo que le dijeron a su brazo derecho: “Menos grande pero más grande. Fundador de una casa real”.
Busca a los sicarios más hábiles del reino. Que no lo sepa su esposa. Se presentan dos hermanos gemelos de aspecto bastante siniestro.
Ahora que tiene las arcas del Estado a su disposición, les promete el oro y el moro. Sólo podrá darles el oro: el moro huirá por su vida a climas más soleados, donde desposará a una bella joven a quien ama locamente, y a quien terminará matando… pero eso es otra historia.
Volviendo a la nuestra.
Le han prometido al edecán ser consejero real, y él parte hacia la corte, en la única compañía de su único hijo, sobre su fiel corcel, el purasangre Nudo. Cojea de la pata izquierda trasera. El caballo, es decir. Está cojo Nudo.
De repente, entre los sotos de la intrincada floresta, padre e hijo caen en una emboscada. Los sicarios hacen correr la sangre brillante como sirope de fresa, el militar cae al suelo con el vientre rajado y las vísceras por tierra, el cuello rajado de derecha a izquierda, como un cerdo en el matadero. El chico, su hijo, echa a correr: va a buscar, en tierras de exilio, al legítimo heredero.
El festín de la coronación. Gran festín de postín: hay ragú, hay soufflé y una tarta bien flambée. Camareros y escanciadores recorren las largas mesas una y otra vez.
Regresa Su Majestad de haber aligerado una carga, al salón, para ver que el trono que dejó vacante, a la diestra de su esposa, está ocupado.
Y es su antiguo brazo derecho quien lo ocupa. Un hombre translúcido. Con el cuello rajado y las entrañas saliéndole por la herida del plexo solar.
—Pero, cariño, tu trono está vacío —dice su esposa. Los demás asienten.
Sólo él puede ver al fantasma, como aquel príncipe danés.
Sólo que, en esta historia, nuestro protagonista es el usurpador.

 
IV. INVENCIBLE, ¿O NO?

La presencia del fantasma ha despertado en el usurpador una paranoia aún más pronunciada.
Ha de ver de nuevo a las Hermanas Extrañas.
Las encuentra de nuevo en su brezal de costumbre, metiendo ingredientes en un viejo caldero de hierro forjado.
Haciendo una sopa.
O más bien una bazofia:
—Ancas de rana, escamas de dragón,
lana de vampiro y huevas de esturión.
Colas de lagarto y ojos de tritón,
colmillos de lobo y frutos de Aragón.
Veneno de cobra, momia de faraón,
avivar el fuego, y a continuación…
hígado de hebreo, nariz de Ahmed,
y, por último, pastilla de Avecrem.
Chup, chup, Avecrem.
Apenas han añadido el cubito de caldo a la mezcla, de ella sale una bola de discoteca, entre humo y bruma, la bola de espejos reemplaza a la luna llena, y estamos en un plató de la tele.
¿Y QUIÉN ES ELLA? ¡¡HÉ-CA-TE!!
¿Y QUIÉN ES ELLA? ¡¡HÉ-CA-TE!!
¿Y QUIÉN ES ELLA? ¡¡HÉ-CA-TE!!
¿Y QUIÉN ES ELLA? ¡¡HÉ-CA-TE!!
Las brujas son las presentadoras, y abren cada una un sobre que contiene una profecía diferente.
El usurpador las retiene en su memoria. Tres condiciones para ser derrotado tan claras como la bazofia de las Hermanas Extrañas:
One: Guardarse de Macduff, el señor de Five.
Two: Ningún nacido de mujer podrá vencer al nuevo rey.
Three: No será derrotado hasta que el bosque de Birnam marche sobre las colinas de Dunsinane. (Pardiez, ¿cómo podrían los árboles y los arbustos desenraizarse y caminar con sus enredadas, débiles raíces?)
Está seguro de que es invencible. Bueno, no del todo.
Vuelve a contratar a los siniestros sicarios de antes.
Estos, acatando las órdenes de su señor, irrumpen en el castillo de Five y lo dejan como un decorado de Tarantino. Todos los sirvientes, la dama, su hijo de pocos años de edad, yacen inertes aquí y acullá. Las paredes están cubiertas de “sirope de fresa.” También han matado al sufrido apuntador.
Sólo la suegra de Macduff ha escapado. Se dirige al campamento del legítimo heredero, a decir casi lo mismo que el mensajero de Job.
Al señor de Five le va a dar algo...

 
V. TODO SE DESMORONA

“Y sólo yo escapé para contarlo”, dice la suegra del señor de Five al final de su relato de calamidades.
El yerno de esta se mesa los cabellos, patalea, echa sapos y culebras. ¿¡Su esposa, su hijo y toda la servidumbre, incluido el sufrido apuntador, de un tirón… pero no la suegra!?
¡Venganza, tremenda venganza!
También el príncipe destronado quiere reclamar el trono y la corona que le pertenecen por derecho.
Y su edecán, el hijo del difunto edecán del usurpador, es de la misma opinión.
Su ejército rebelde crece como… como una calabacera. Cada día tienen más efectivos en sus filas, listos para la batalla decisiva. Para vencer al usurpador.
La Reina también se ha ido para siempre.
La envenenó todo ese KH-7 con que se frotaba las manos, esperando limpiar unas indelebles manchas de sangre que sólo eran visibles para ella.
Suena el Dies irae en la capilla real. Por primera vez en su vida, el usurpador, ahora viudo, llora desconsolado ante un féretro lleno de rosas blancas, en el que su esposa parece dormir.
Igual que el antiguo rey antes de la puñalada.
El despiadado pasa la noche en vela, solo en la capilla. Entra un guardia y le da noticias alarmantes: le pareció que el bosque se movía.
El militar está sobrio y bien despierto, pero, aún así, tan alarmantes nuevas llevan a Su Majestad a acompañarle escaleras arriba hasta una torre de vigilancia.
Arbustos, árboles, helechos, pinos, tilos, tejos, hayas, castaños, enebros, matas de frambuesas y de arándanos.
Marchando hacia el castillo real: izquierda, derecha, izquierda, derecha, izquierda, derecha, izquierda.
El corazón se le desboca, intentando romperle el esternón.
Haciendo acopio de su valor, se ciñe la coraza y blande la espada. Sólo le quedan sus guardias. Todos los demás guerreros no han acudido en su ayuda. Qué más da: sólo tendrá que cortar ramas a diestro y siniestro, y correrá savia en vez de sangre.
Iluso.
Nada más descender él a la explanada, las ramas caen al suelo. El legítimo heredero y su poderosa hueste ya no necesitan camuflarse.
Ha matado a bastantes inocentes. Está arrinconado, rodeado de enemigos sedientos de venganza.
A la diestra del joven destronado se ve a Fleance, el hijo del jinete de Nudo.
A la izquierda del joven destronado marcha el señor de Five.
A las respectivas madres de los tres les abrieron el vientre para sacar y salvar a las criaturas no nacidas.
Sí, el legítimo heredero, Macduff y Fleance nacieron por cesárea.
Se lo echan en la cara al usurpador.
Él se hace un ovillo, se hinca de rodillas, se rinde. Ya no hay escapatoria. La corona, el trono, el poder: todo para quien le pertenezca por derecho.
Un instante.
¡Zas!
Del cuello del usurpador brota sangre como agua de un caño, llenándole la tráquea, cubriéndole la espina dorsal.
Su cabeza cortada, disecada, pronto decorará la pared de un elegante salón, entre cornamentas y cabezas de venado.
El rey ha muerto. ¡Larga vida al rey!

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